jueves, 7 de julio de 2011

Por Ruben Moreira : Los ajustes extemporáneos de Vicente Fox

Por Ruben Moreira

 

Eso significa nada más una cosa: aceptar abiertamente la pugna entre el presidente Calderón y una buena parte de su partido, lo cual resultará un escenario sumamente complejo

En el Partido Acción Nacional hay dos formas de encarar el reciente fracaso electoral. 

Hay quien, al menos de los dientes para afuera, como Gustavo Madero minimizan el accidente. 

El Estado de México no es de ninguna manera el indicativo inexorable del futuro de la sucesión presidencial. En su momento ganaron Arturo Montiel y Enrique Peña y en Los Pinos vivieron Vicente Fox y Felipe Calderón.

Sí, pero en aquel tiempo se contaba con el impulso desde el PRI a la candidatura de Fox y posteriormente no era el tricolor el enemigo a vencer, era Andrés Manuel López Obrador. Y quizá lo siga siendo.

Hoy las cosas son muy distintas.

Cuando don Vicente impulsaba a José Luis Durán en el Estado de México se gestaba nacionalmente una corriente a la postre conocida como “el fenómeno Fox” o la “Ola Fox”, con la cual la oposición de aquel tiempo logró una impecable victoria electoral anunciada y reconocida por el PRI en cuestión de horas.

Cuando Enrique Peña venció al autodestructivo Rubén Mendoza Ayala y a la utilitaria y desechable Yeidkol Polevsky (quien sin embargo superó en votos al pobre Alejandro Encinas) el “laboratorio electoral” no estaba en Toluca sino en la ciudad de México.

Por eso la circunstancia ha sido mal explicada. Quizá el único en advertir la profundidad del daño ha sido el senador Santiago Creel quien trabaja como hormiga en la siembra de voluntades por todo el país y reconoce —por otra parte—, la imposible empresa de tapar el sol con un dedo.

“La realidad es que no nos fue nada bien y necesitamos un cambio a profundidad, no solamente de discurso o de comunicación. La realidad nos dice que hay que cambiar de rumbo”, dijo el lunes.

Pero esta frase no se queda, según yo, en el rumbo electoral sino en el del Partido Acción Nacional en el gobierno. No podemos pasar por alto un componente visto por encimita del hombro por los adherentes editoriales del panismo munificente: este también fue un voto de castigo.

Por desgracia en sus mejores momentos el PAN sigue sin darse cuenta de cuál es su verdadera condición: es el partido en el poder y lo ejerce mal.

Y en esas condiciones se han contagiado también de la euforia priista hacia Peña Nieto. Ahora el PAN se da cuenta de cuánto tiempo han perdido en estas zarandajas de Ernesto Cordero y los destapes arrepentidos y las cargadas insensatas y la conducción errática del proceso de selección. Y hay quien dice: así no podemos seguir.

Eso significa nada más una cosa: aceptar abiertamente la pugna entre el presidente Calderón y una buena parte de su partido, lo cual resultará un escenario sumamente complejo. Ya hay quienes se lo guardan como asunto imperdonable, haber impuesto, con resultados desastrosos, a Germán Martínez y a César Nava y haberle entregado el ISSSTE, la Lotería Nacional y otros cargos al Partido Nueva Alianza.

Pero esa harina va en otro costal.

Por otra parte han quienes lamentan lo nunca tenido.

La culpa, dicen, es de AMLO, quien impidió la alianza, lo cual cae en el terreno del absurdo: una alianza en el Estado de México habría significado el primer paso para compartir el poder cuya naturaleza debería ser indivisible.

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