martes, 4 de octubre de 2011

Rubén Moreira : Nepotismo , El duque de Lerma, el primer especulador urbanístico

por Humberto Moreira

 

El 4 de octubre de 1618 el duque de Lerma abandonaba El Escorial y se retiraba de la política. El que fuera la mano derecha de Felipe III perdía su valimiento por la puerta de atrás, tras una carrera llena de ambición favorecida por la propia indolencia del monarca respecto a los asuntos políticos. Asesor paternal, confidente, manipulador y, en ocasiones, suplantador de su autoridad, el duque implantaría en la casa Habsburgo la figura omnipresente del valido, una especie de primer ministro capaz de dirigir la política del reino.

Francisco Gómez de Sandoval era quinto marqués de Denia y, desde 1599, primer duque de Lerma. De familia endeudada y de escasa relevancia pública, el duque tratará de crecer en la corte, donde se instala gracias a la influencia de su tío, arzobispo de Sevilla. Allí fue trabando amistad con el príncipe y, cuando éste fue designado rey, se aseguró de limpiar bien su consejo de asesores veteranos, políticos influyentes y experimentados que restarían valor a sus servicios. Una de sus primeras decisiones controvertidas fue la de trasladar, en 1601, la capital del reino a Valladolid, donde permaneció cinco años. Con el rey se desplazó toda la nobleza cortesana y como muchos de ellos no disponían allí de acomodo, tuvieron que comprar tierras y antiguos palacetes para reformar. Un pingüe negocio para Lerma y sus secuaces, que pudieron dar salida a sus propiedades, muchas de ellas recientemente adquiridas, multiplicando su valor gracias a la llegada de la corte.

La de Lerma fue una vida consagrada al nepotismo. Repartió los puestos más importantes de la Administración entre sus amigos y amasó una fortuna que se cifraba en 40 millones de ducados. Cerca de su ocaso, cuando entendió que había perdido la confianza del Rey y vio ejecutados a algunos de sus amigos, movió sus influencias para ser designado cardenal. A la muerte de Felipe III el conde-duque de Olivares quiso investigar las cuentas de su predecesor, pero su condición religiosa le dio inmunidad. Como rezaba la coplilla: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado».

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