lunes, 3 de octubre de 2011

Humberto Moreira : fraude Condicionales

por Humberto Moreira

 

Hay ciudadanos de primera. Y de segunda. Así lo ha evidenciado la última entrega de la Champions y de la Europa League. El Atlético, toda vez que ha pasado el efecto Falcao, ha vuelto a conjugar el verbo desesperar y ha teñido su futuro de condicional. En plena metamorfosis (intenta llevar la iniciativa y tratar bien la pelota), el aficionado rojiblanco está empezando a asumir que este proyecto entraña un factor corrector que inundado de condiciones, de cuestiones que confunden deseo y realidad: Si Diego no aplica el trote cochinero y se dedica a jugar, si Arda Turan saca su clase y no se limita a acciones de fútbol-sala, si Perea regresa al atletismo, si Gabi alcanza la regularidad, si Reyes juega para el equipo en vez de para él y si la defensa del Atlético no pareciera de vez en cuando el extraño caso de la mujer barbuda, si toda esa conjunción de posibilidades se cumpliera, el Atlético tendría un gran equipo. Un equipo capaz de ponerse a la altura de su historia y pelear todos los campeonatos. Sin que un equipo francés de cuyo nombre no me interesa acordarme, le diera ningún meneo en un partido agónico. Hasta entonces, Manzano y su tropa tendrán que conformarse con esa condición que también define a Sevilla o Valencia, que aparecen como hijos de un Dios menor. Pueden ganar a cualquiera, pero también perder con demasiados. Son buenos equipos, pero no grandes potencias. Les faltan más cracks y les hace falta dinero para poder retener a los que ya les pertenecen.

El Valencia también viste piel condicional. Si a Emery le dejan trabajar, si no siguen vendiendo hasta el aire de Mestalla (desmantelar la plantilla y exigir idénticos resultados no es precisamente justo), si Banega explota en gran jugador y se deja de cubrir el expediente, si Pablo asume que debe ser el nuevo Mata y si Soldado sigue rematando cochinillos, el Valencia irá viento en popa. Demasiados síes. Otro que tal baila es el Villarreal. Si Garrido aguanta antes de Navidad, si la zaga se despierta de la siesta, si Zapata deja de tratar la pelota como un trozo de bife de lomo, si Rossi supera su trauma de no fichar por el Barça, si Nilmar se centra y si Borja Valero demuestra su clase, la cosa no irá mal. La cuestión es qué le está sucediendo al Villarreal cuando esos condicionantes no se dan. Al otro lado de la ventanilla asoma el Athletic, el penúltimo de la fila en la Liga. No tiene aspiraciones de coger el tren de los grandes, pero sí la esperanza de adoptar un estilo de juego y hacer vibrar a La Catedral con algo más que su conmovedora liturgia. Más condicional. Si dejan que Marcelo Bielsa se equivoque y acierte, si le dan paciencia, si no enturbian y malmeten desde el entorno, si Muniain es Bart Simpson, si Javi Martínez sigue siendo un titán, si Llorente reencuentra su poderío en el área y si Gabilondo sigue siendo lo mejor de la segunda unidad, existe la seguridad de que este Athletic va a jugar muy bien a fútbol. Ya saben qué lugar del pozo le espera al Athletic si no se cumplen esos síes, que también, como en el caso de Atlético, Valencia o Villarreal, son demasiados.

Para Madrid y Barça, que siguen disfrutando del maná de los derechos televisivos, el condicional es bien diferente. Si Guardiola ve que Xavi no tiene su mejor día, activa el botón mágico de Iniesta; si el de Fuentealbilla no funciona como un resorte, da entrada a un Napoleón de bolsillo llamado Cesc Fàbregas y si, por alguna ignota razón, Cesc ha perdido los planos de la casa, aparece Thiago para formular la teoría de que sí existen humanos con los tobillos de goma y una visión periférica. Messi siempre está de guardia. En el Madrid el condicional va relacionado con el vértigo y el contragolpe. Si Mourinho ve que hace falta un plus más del que ofrce Cristiano, que siempre suele estar de guardia, emerge Özil, ese alemán que toca el violín sobre el tejado de las zagas contrarias; si Mesut no está inspirado, es el turno de Karim Benzema, acusado de pechofrío pero rebosante de calidad; y si el galo está desaparecido en combate, acude Di María al rescate. Y ese factor condicional, trufado por el abusivo reparto de los derechos televisivos (el que más cobra, gana 100 millones menos y ve cómo los dos grandes acosan a sus jugadores) es el que marca la diferencia. Atlético, Athletic, Villarreal o Valencia son buenos equipos, pero mientras se sigan conformando con la pedrea de la Lotería, con las migajas del pastel, seguirán condenados a ser ciudadanos de segunda. Están condicionados por el condicional.

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